Voto a Dios que los canales holandeses son húmedos.
Y el clima en general, o hablando en plata, hace un frío de cojones y digamos que en este país hasta la lluvia tiene mala leche. No obstante, hay que decir que paisajísticamente no tiene parangón, una interminable llanura verde y repleta de vacas, cerdos, gallinas y por supuesto árboles que ocultan iglesias de afilados picachos que apuntan a un cielo casi siempre en movimiento y abarrotado de nubes.
No obstante vengo aquí a narraros, malandrines, mis desventuras en la búsqueda de alojamiento. Me encuentro actualmente en Mastrique, mientras busco piso en Utrecht y ocasionalmente viajo a ésta última con el fin de echarle un ojo al alojamiento en cuestión. No solo está siendo una tarea de agárrate y no te menees, sino que además me estoy encontrando a toda suerte de pícaros, estafadores, timadores e hideputas de todo calibre habido y por haber.
En primer lugar encontré una habitación por valor de cuatrocientos maravedís al mes, y por las fotografías la cosa pintaba demasiado bien, eran casi de revista. Total que nos pusimos a investigar el asunto y descubrimos, por el nombre del arrendador (en este caso, una supuesta arrendadora de sesenta y dos primaveras) no era sino un conocido timo de internet que ya le había tocado los cojones a más de uno y más de dos, y que, de haber prosperado nuestro contacto y acuerdo, habría llegado al extremo de pedirme pagos por adelantado y por internet. Otro desgraciado similar me encontré esta mañana, ambos dos argumentando que no se encontraban en el país actualmente y que básicamente tendría que conformarme con las fotografías que ya había visto y a pagarles por internet. Mal rayo les parta.
Ayer fui a Utrecht con la finalidad de echarle un ojo al piso que tenía en mente. El nombre de la calle, Oudenoord, que viene a ser algo así como ''Norte viejo'', para allá que vamos los dos. Yo todo nervios y Raquel, todo toses, bajo un cielo encapotado con pretensiones de mojarnos masivamente a la mínima de cambio. Caminamos por un barrio bastante periférico hasta dar con el número cuatrocientos siete de la calle Oudenoord, en el cruce con David Van Mollenstraat, y ahí, en un recóndito portal elevado tras una desgarbada suerte de escalones, se encuentra una puerta entreabierta con una respetable señora de origen asiático que nos da la bienvenida y nos invita a pasar.
Juro que al menos subí unos diez metros por aquellas empinadas y tortuosas escaleras hasta llegar a un cubículo minúsculo. Giré con horror la cabeza hacia la izquierda para descubrir una cocina del tamaño de un zapato en la cual un cristiano de muy baja estatura se entregaba por completo a la nada compleja operación de prepararse unos espaguetis. La tipa nos condujo a una puerta abarrotada de pegatinas horteras que daba paso a una habitación excesivamente grande y, al menos en mi memoria ahora que estoy escribiendo, bastante sucia y desoladora.
''Demasiado cuarto para tan poca cocina'' pensé.
Pero entonces se me ocurrió la genial idea de preguntar por el baño, de modo que la señora nos condujo a lo que yo inicialmente pensaba que era un armario, en el cual un retrete y una triste ducha se hacían mutua compañía en demasiada proximidad. Me asomé al cuchitril y casi me quedé atascado de lo estrecho que era. A partir de ese momento sólo una idea cruzaba mi cabeza ''Hay que salir de aquí cuanto antes''. Así que formulé un par de frases en inglés a la señora y pusimos pies en polvorosa.
Pero el colmo ya me viene hoy, cuando, escribiendo de muy buena gana y con educación a un francés con cara de no haber roto un plato en su vida, me contesta diciendo que realmente no alquila una habitación, sino que alquila su sofá. ¡SU SOFÁ! y que por eso es tan barato. Trescientos maravedís me pedía el andoba. Ojalá se le caiga un cojón y se le descompense el asunto. Estuve en un tris de contestarle todo tipo de improperios dignos de la situación pero al final la cosa quedó en ni escribirle.
Lo dicho, damas y caballeros, esto de buscar piso es un espectáculo. Con el tiempo supongo que terminaré encontrando algo que ni se salga del presupuesto ni sea una cuadra.
A más ver.