¡Pardiez!
Pareciera ayer, ay, cuando levaba anclas hacia una tierra extraña, dominada por nieblas y agua que cae sin decisión pero con mala leche, aquella Pérfida Albión, dejada de la mano de Dios y llena de ardillas. Fue una campaña dura aquella, donde conocimos las penurias de vivir bajo un manto de nubes sulfurosas y de nada almizcleños olores.
Pues bien, como muchas de vuestras mercedes sabrán de buena tinta, en unos meses cambiaré tierras y techo por la lejana Flandes por tiempo de dos años, en principio, con el fin de estudiar un poco más a fondo las intrincadas matemáticas del suelo y del cielo. La ciudad elegida es Utrecht, ciudad de guerras y tratados.
Al igual que durante mi estancia en Las Islas, se inaugura (quizás un poco prematuramente) este espacio en el que contaré andaduras y andanzas por Flandes.
Con poco más que contar y menos en lo que pensar, es menester de despedirse.