No es Utrecht, es Nieuwpoort, pero para el caso viene a ser lo mismo. |
Tras varias encamisadas, noches en vela y estudios concienzudos de fracturas de rocas, interminables entregas de proyectos sobre el magnetismo remanente en lavas antiguas y demás detalles geológicos y extraordinarios que no llevan a ninguna parte, el periodo de exámenes tocó a su fin.
Huelga decir que han sido unos días de espanto en los que quizás me pudo el desánimo, y es que tres asignaturas a la vez es demasiado, yo lo sabía pero aún así, testarudo cual asno incansable me metí en camisa de once varas como quien no quiere la cosa. Aquello fue demasiado.
Para colmo, la bicicleta, por así decirlo, colapsó sobre su propio eje (literalmente). La rueda trasera se dobló por la mitad ante la insuficiente cantidad de radios con la que contaba la pobre, la cámara se agujereó por cinco puntos y desarmó el guardabarros trasero. Un estropicio de cojones, vamos. Bien es verdad que la pobre estaba de mírame y no me toques y que le faltaban uno o dos telediarios a lo sumo, pero fue una auténtica putada quedarse sin medio de transporte, pues no sé si he mencionado que el autobús cuesta dos con cincuenta maravedís y esto a los holandeses les parecerá maravilloso, pero a mí particularmente me parece un asalto a mano armada y un sablazo intolerable.
No obstante, esta tarde me puse manos a la obra junto con mi casero/compañero de piso y entre los dos desmontamos otra bicicleta que muy amablemente había él rescatado previamente de una horrible muerte oxidada en el Canal de las Putas (otro día hablaré de ese canal, y descubriréis lo literal que puede llegar a ser el sobrenombre que le he dado) y entre una y otra bicicleta, creamos un frankenstein que no es que ruede demasiado bien, pero al menos rueda. Y me ha costado una tarde de lluvia (a la intemperie que estábamos), un pulgar sangrante y los brazos entumecidos de lidiar con tuercas tan oxidadas que parecían soldadas al eje.
En otro orden de cosas, empecé una asignatura nueva que se llama Geofísica Aplicada, y dado que yo tenía un concepto quizás más romántico del asunto, los holandeses se han encargado de echármelo por tierra y mostrarme las aplicaciones más industriales y petrolíferas de la sismología. Es un poco deprimente pero al menos no tiene mucho misterio, vivan la ley de Snell y las dromócronas. Lo gracioso vino cuando decidí sacarme el carnet de biblioteca para poder sacar libros de la misma en caso de necesitarlos, ante mi aparente ausencia de conocimientos geológicos y petroquímicos. El caso es que el sistema es bueno e instantáneo, pero como podéis apreciar en la fotografía siguiente, parecen tener un pequeño problema con las tildes:
Pues ya lo saben vuestras mercedes, ahora mis apellidos son D¼z Gaztelu, al menos para la gente de la biblioteca Gutemberg (sí, para colmo se llama así, manda cojones la cosa). |
Que no es un culo, que es un corazón de cristal azul cerca de la plaza del mercado de Delft. |
Aquí las cosas no están mucho mejor, a ver qué os pensáis, la crisis afecta a todo el mundo y Holanda no va a ser menos, llegando hasta el punto que la cúpula de gobierno se ha ido al garete y tienen que convocar elecciones anticipadas (anda mira, esto me suena).
Estos son el tipo de cosas que le dan ganas a uno de mandarlo todo al carajo e irse a perseguir el viento.
Pues eso, es menester de despedirse. Cierra España y Santiago.