Volví a Mastrique por cuatro días y entre otras cosas asistimos a la celebración del Día de la Reina tal y como se hace en la provincia de Limburgo.
Raquel, en primer plano, tras ella mercadillazo y muralla de Mastrique. |
Atardece en Mastrique |
Confirmo que mis clases de Geofísica Aplicada son una idea menos romántica de lo que yo había estudiado y posteriormente imaginado, pues no trata de terremotos, telesismos y la idealización del geoide, no. Es todo sismología y gravimetría aplicada a la ingeniería civil, ingeniería de minas y extracción petrolífera. No es un asunto que me solace demasiado, pero siempre es agradable dar un paseo por esos conceptos, aparte de que ahí hay muchísima física implicada, y en eso es algo en lo que yo me desenvuelvo, digamos, mejor que en la geología de por sí. El profesor, no obstante, deja mucho que desear. Sin embargo era un sustituto y al tiempo vino el verdadero profesor de la asignatura, un francés con cara de muy francés y con muy buena mano con las diapositivas y eso de explicar las cosas. Raquel vino a Utrecht a pasar unos días durante la semana y tuvimos que aguantar la insoportable e inevitable carga de la convivencia con la pareja que son mis caseros y compeñeros de piso a la vez. No es que sean mala gente, bueno sí, ella lo es, y bastante. No como él, que tantas veces me ha echado una mano cuando la necesitaba. El caso es que Raquel se puso a investigar sobre ella un poco (yo ya lo había intentado por mi lado pero sin demasiado éxito), y se ve que además de masajista, esotérica e histérica, también es una acérrima atacante de la dieta mediterránea.
La Superluna, asomando brevemente entre el edificio horroroso que hay frente a mi ventana. |
Ese fin de semana volvimos a Mastrique, y allí visitamos las Minas de Sint Pietersberg, un laberíntico complejo de túneles en piedra caliza que primero fue mina, y luego refugio contra los franceses (varias veces) y contra los alemanes. Allí encontraron un fósil de Mosasaurio (una especie de cocodrilo de catorce metros que vivió en el Eoceno que da título a esta entrada por la sencilla y feliz razón de que no se me ocurría ningún otro que sonase tan aplastante y cernícalo) el cual debe su nombre al siempre caudaloso Mosa, orilla a la cual se alza la meseta caliza en la cual están las minas y que se extiende hacia Bélgica. Las minas eran impresionantes, un prodigio de grandes, pues contaban en su haber cerca de veninte mil intrincadad galerías, no vimos ni un tercio.
Finalmente, como y a modo de anuncio, la semana que viene, día dieciséis de mayo del año dos mil doce de nuestro señor, partiremos hacia las Españas por espacio de semana y media, concretamente hasta el día veintisiete del mismo mes. Será la primera vez en cuatro meses que piso patria de nuevo.