Dos años ya casi ha desde que duermo en suelo holandés y maldigo sus humedades (a pesar de que, irónicamente, escribo estas líneas a la dorada luz de un Sol burlón que aparece cuando le sale de los bolondrongos y rápidamente es cubierto por nubes que te sueltan el chaparrón del siglo). He tenido tiempo para muchas cosas, y entre ellas, he ido al cine, he visto muchas series, leído muchos libros y jugado a videojuegos. Sé que es salirse un poco de la temática de estas crónicas digitales, pero como parte de mi vida en el frente de Flandes, considero que no sobra el que haga constancia de ello aquí.
Justino de Nassau le cuenta a don Ambrosio Spínola que no entendió el final de Blade Runner. |
Me preocupaba la creatividad de los guionistas, ahora únicamente me irrita. A tenor de los últimos estrenos en cartelera huelga decir que las obras originales son muy escasas o inexistentes. Casi todo lo que ahora se estrena en el cine no es más que una adaptación de un libro de patatí, o una readaptación de una película antigua (o nueva, váyase usted a creer), o un cómic, o un juego... Y por supuesto todo lo mezclan con una descafeinada historia de amores, una dama de generosas aldabas (homenajeadas durante una vergonzosamente larga cuantía de minutos de metraje) y, no faltaba más, una suerte de explosiones, disparos y demoliciones dignas de la más solemne de las canteras.
¿Dónde cayó la originalidad? Lejísimos, tan lejos que ya se ha tornado en un insulto al público, que apoquinamos nuestra buena bolsa en un par de horas entretenidas para salir cabreados y con dolor de cabeza. ¿Y por qué? Por repetir la misma fórmula de siempre y dar un taquillazo, pues, como diría el Maestro Don Francisco:
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Dimetrodones en Viaje al Centro de la Tierra (1969) |
De toda la vida el cine ha sido una manera de entretener, de pasar un par de horas sin pensar en los problemas de uno, y lo han convertido en un negocio hasta tal punto que ya se ha perdido el mensaje. Se acabaron las obras rebosantes de originalidad, innovadoras y divertidas, que quedan en el recuerdo del espectador con cariño y nostalgia. Atrás quedaron genios de la comedia como Jack Lemmon, Peter Sellers y Blake Edwards, o iconos de las obras de aventuras, como James Mason y Charlton Heston (55 Días en Pekín, eso era cine de aventuras y lo demás son tonterías).
Enanos merendando. |
Y no hay que irse tan atrás en el tiempo para encontrar auténticas joyas nacidas de la mente de los propios cineastas, y elaboradas con filigrana para obtener un resultado prácticamente perfecto, sin pretensiones, salvo la de contar bien una historia. Lo que pasa es que los ejemplos son muy escasos.
Y sin embargo miren vuestras mercedes la cartelera y ¿Qué ven? Crepúsculos, Superhéroes a porrillo y adaptaciones de clásicos que harían revolverse en la tumba a sus pobres autores. No incluiré en este saco la primera entrega de El Hobbit por el cariño que le tengo al Legendarium, pero es una película claramente muy inferior a las de la saga del Señor de los Anillos, y un intento desesperado y a mi juicio bastante ruin de ganar más y más fortuna.
Carnivale |
Con las series ya es más leve, pero el esquema es prácticamente el mismo. Por ejemplo, la super celebérrima Juego de Tronos (D. Benioff y D. B. Weiss), adaptación de las novelas escritas por George R. R. Martin, y cuya originalidad (la de la serie con respecto a los libros) se basa, me parece a mí, en el presupuesto. The Walking Dead (Robert Kirkman y Tony Moore), Dexter (Jeff Lindsay) y True Blood (Charlaine Harris)... más de lo mismo, novelas adaptadas a la serie de manera más o menos libre. Hay otras series que sí son originales, como Fringe (JJ Abrams) o Breaking Bad (Vince Gilligan), y las aprecio por ello, porque son obras de sus autores, no adaptaciones ni remakes. Pero lo que yo considero verdaderas obras de arte, muy por encima de las series que ahora están de moda, son Carnivale (Daniel Knauf), A Dos Metros Bajo Tierra (Alan Ball) y Firefly (Joss Whedon). Originales y apasionantes, no se puede pedir más.
Dishonored |
No sé qué problema hay con sencillamente inventar una historia y saber contarla. Si se sabía hacer antes, ¿Por qué ya no se hace? Es decir, he jugado videojuegos con mucho mejor argumento que la mayoría de películas y series que hay actualmente. Ejemplos como la saga Diablo, Dishonored, Saboteur o Bioshock Infinite son algunos. Juegazos entretenidos y maravillas visuales que deberían ser considerados un arte más.
En cualquier caso, no cabe duda que el sector del entretenimiento está viviendo una crisis tanto de calidad como de identidad. Es jodido pero es así. Que siga así la cosa supongo que es gracias a mendrugos que siguen yendo al cine a ver interminables sagas de películas sobre coches yendo muy rápido y cámaras con vibrador, o a tarugos como yo que el otro día se tragó Iron Man 3. No sé qué carajas esperaba.