Hoy también fue un día de descubrimientos. Trazada la ruta desde el norte, un poco más allá de la Torre del Agua y del Camino de Ámsterdam (construido por Napoleón en 1812), descendí por calles atestadas de cuadriculados tejaditos, canales congelados llenos de huellas de pato y vías del tren que se perdían por ambos horizontes, hasta que el volumen de construcciones humanas comenzó a disminuir, y empecé a verme rodeado de árboles y colinas.
El Sol de Utrecht |
Conforme a las tres benditas leguas que recorrí, como he narrado hace un rato, encontrábame yo bastante cansado de pedalear, las barbas congeladas y el bigote hecho un carámbano, y tras hacer los papeleos burocráticos y demás protocolos de rigor, sentíme desfallecer un poco, y me vinieron a la cabeza ciertas rimas:
Pues sin comer he llegado
y si me atrevo a pedillo
me muestran este castillo
de mil flamencos armados
Resolví entonces llantar un mínimo antes de reanudar la marcha de nuevo hacia el oeste, y dirigíme a la cafetería Gutemberg, donde se dice que se sirve el mejor café de todo Utrecht, '' A proballo vamos'' me dije, y entré en la angosta sala negra, repleta de flamencos de mofletes coloreados bebiendo de sus humeantes tazas y atiborrándose con sus pasteles emborrizados de mantequilla y harina. Pedí un capuccino, y haciendo honor a lo usual (según como se vea) y emulando cierta fotografía de hará unos cuatro años, tomé una foto de mi austero desayuno que, al menos durante un rato, me calentó el gaznate un poco.
El café y la lectura |
Poco más que contar, hasta la siguiente.
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