miércoles, 8 de febrero de 2012

Orientación


Para mí orientarse es un asunto de bastante importancia (y no es que sea fácil para mí, ya que suelo perderme bastante y me sé de alguien que lee esto con una sonrisa mientras piensa ''¿sólo sueles?'') y no ha sido hasta que no he venido a Flandes que no me he dado cuenta de lo importantes que son las referencias y que, habiéndolas tenido casi toda mi vida, ahora se echan mucho en falta.

A la izquierda, el Domtower, construido por Sauron,
y a la derecha la Torre de Rabobank, construida por
un señor con muy mal gusto.
Cuando en mi lejana Granada quería ir hacia cierto sitio y perdía la orientación por el motivo que fuese, siempre sabía que el sur estaría donde las grandes paredes de roca de Sierra Nevada y asunto resuelto.
Aquí en Utrecht, donde el relieve brilla por su total y absoluta ausencia, la referencia es nula. El Sol tampoco ayuda, pues tampoco estoy acostumbrado (aún) a esa inclinación rara y escasa que tiene.

Mis georeferencias son ahora el edificio de Rabobank (sé que a muchos les parecerá coña, pero juro en nombre de los testículos del minotauro que ése es el nombre de uno de los bancos más importantes de los Países Bajos), el Domtower (Que viene a ser una torre de iglesia bastante mordoriana) y finalmente el edificio horrendo, la bastarda torre del Sol de Uithof, la facultad, que está al este.

Vale, he llegado a la facultad, pero ahora toca volver y no es baladí. Estaba yendo hacia el este, así que hay que hay que ir ahora al oeste, pero resulta que en holandés Ost es este y West es oeste, y claro, uno ve Ost y piensa en oeste, sobre todo si lleva ya un rato pedaleando y tiene los sesos poco irrigados.
Tócate los cojones que estoy viendo la torre de Rabobank pero desde el otro lado. Bueno pues nada, ya sé donde estoy al menos. Lo dicho, un lío de mil pares de cojones.

Y bueno, aparte de esos menesteres un tanto molestos, poco más tengo que contar, salvo que tengo un vecino subnormal cuyo gusto musical cada vez me recuerda más a una refinería en plena demolición, y que, claro, como él es así, tenemos que tragarnos su insufrible e insoportable mierda todo el maldito bloque. A Dios gracias me traslado de este soviet la semana que viene y aunque cambio techo por un largo un poco lejano, al menos tengo tranquilidad y calefacción (calentito debe ser, nada más que por hacer honor a su nombre, Costa Ricadreef).

En fin, malandrines, a más ver.

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